panadera
Sociedad 27 NOV 2017

Elina, la vecina que vio crecer a Rodríguez

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De oficio panadera, mantiene los recuerdos intactos de cómo avanzó la ciudad. A pesar de los problemas que atravesó en su vida, hoy es reconocida por familiares y vecinos del distrito

Muchas veces suele decirse que lo que importa es la salud, como ese tesoro más preciado delas personas. Vaya que la ha conservado de gran manera Elina Josefa Abate, rodriguense que cumplió sus 100 años en septiembre y que mantiene su frescura y lucidez intactas aún, a pesar del paso del tiempo. Elina no vivió siempre en General Rodríguez, pero fue el lugar en el que edificó toda su vida. Nació en 1917 en Duggan, perteneciente al partido de San Antonio de Areco, donde transcurrió su infancia junto a sus padres y primos a los cuáles ella siempre consideró "hermanos del corazón". Fue el 17 de octubre de 1942 cuando se casó con Pedro Frechou, panadero de oficio, quién era también de Duggan. Tuvieron a Mirta Elina, la única hija dos años más tarde. Pocas personas puedan jactarse de haber vivido tanto tiempo la historia de nuestro distrito, fundado allá en 1864 por el entonces gobernador Eusebio Mariano Saavedra. Era un lugar de terrenos extensos y la estación de trenes que hoy conocemos apenas iniciaba su obra en construcción. Por eso, se destaca todo lo que ha presenciado Elina desde su llegada a la ciudad. Es conocida por la mayoría de los vecinos, quienes fueron clientes de ella en la panadería. Sin ir mas lejos, recibió, hace unos años, el premio a una de las mujeres más destacadas de la ciudad. Siempre alegre, con una sonrisa en su rostro, ella hacía galletitas, roscas y pan. En una nota que le brindó a Clarín Zonal sostiene que "cuando llegamos, en la cuadra de la panadería había una casa y donde está el cuartel de bomberos sólo dos, el resta era todo campo". Ella vio crecer a General Rodríguez y agrega que "antes era la mitad de lo que es ahora. Yo siempre lo veo mejor, pero lo más importante es que continúan los mismos amigos y los mismos vecinos". Algo que valoran sus conocidos es su alma de luchadora. Su marido falleció aún cuando era joven y al poco tiempo fallecieron también sus padres. Gracias a amigos y colegas, Ernestro Librandi y Paquito Rodríguez, dueños en aquel entonces de las panaderías El Porvenir y La Central, fueron un sostén en épocas de dolor. Por ellos, pudo hornear durante una década más. Ya jubilada, no pierde el vicio que agarró por cocinar. Cuando su familia va de visita continúa con sus exquisiteces para alegría del resto. Aconseja a los demás, siempre fiel a su forma de ser. No se percata de su cumpleaños número 100 ya que lo toma como uno más. Pero nunca pierde el sentido el humor, algo que la caracteriza también: "Soy conversadora y me gusta estar con los jóvenes. Prefiero eso antes que los viejos de mi edad”, comenta.
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